Chismoso

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Para algunos es repelente, para mí es magnético. Veo a alguien llorar y me acerco. No me interesa consolarlo, no podría, no sabría, no querría. Solo me interesa la historia. Y si encima, el que llora tiene un teléfono en la mano, mejor aún. Más que los caramelos y las tortafritas. Es pura ganancia, no tiene que hablarte y seguro, de reojo, podés chequear lo que escribe o escuchar lo que le cuenta a otro. Si ya la gente en estado normal te abre su intimidad con la pantallita al aire, más aún cuando la angustia le ocupa toda la atención.

Paradito

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Algunos cronistas postulan que dormir parado es un arte, que es algo que requiere práctica pero sobre todo talento. Yo no sería tan romántico. Si se quiere sobrevivir se aprende. Y si no se aprende entonces se sufre. La vida entera medio que se reduce a eso.

Sexos

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De noche todos los amantes son pardos. Será por eso que cuando terminaban de comer o cuando volvían del cine y la puerta se cerraba; cuando daban de comer a las mascotas y ponían el lavarropas a centrifugar, cuando el último de los vasos era guardado en la alacena, entonces, él se le acercaba hasta oírle la respiración. Ella sonreía. Sabía lo que iba a pasar, cualquiera lo hubiese sabido, incluso quienes solo conocen del sexo las migas de un onanismo sin horizontes.

Un tiempo

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Hace algún tiempo quise mucho a alguien o si no mucho, como me salió querer. La quise bien, que es lo mismo que decir que la quise sin subterfugios, sin esas caretas que a veces usamos para parecer mejores ante los ojos de la gente. Compartimos noches y no todas esas noches estuvieron cargadas de épica pero fueron deseadas y apreciadas. Algunas de ellas, incluso, podrían ser cantadas por cualquier rapsoda en cualquier lugar del mundo porque la dicha de la carne, perra, libre y en bruto no se somete a la historia ni a las mañas. Algunas otras, más calmas, fueron como el momento en el que alguien cualquiera se saca los zapatos y pisa el pasto de la mañana con los pies desnudos. Una mañana de madrugada, en lo oscuro de la noche. Un despertar sin estridencias antes de irse a dormir.

Tiempo muerto

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El tiempo muerto. Eso es lo peor del bondi. Cuando vas amontonado a cuatro decenas de personas y no podés leer porque no hay margen para dar vuelta la página, ni boludear con el teléfono por cagazo a que te lo afanen. Cuando no podés escuchar música porque el colectivero o los otros pasajeros se pasan de rosca con lo que escuchan y entonces invaden tu espacio personal sonoro por más que intentes defenderte con tus auriculares vomitando Death metal a toda castaña. O hay tanta gente apilada que no podés cambiar la canción y te fumás entero el disco de Lali sin poder hacer nada.

Tácticas y estrategias

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Las tácticas y estrategias de la guerra y de la vida no se me dan bien. La pifio seguido, por pancho, por perezoso. Mi ex sabe de eso un kilo y dos pancitos.

Por eso ni bien gano un asiento en el bondi me doy cuenta que la cagué. Cambié un lugar seguro, parado pero apoyado con comodidad en un caño del no man’s land de la puerta por un asiento. Ok, es un asiento mullido pero rodeado de gente que no daría un asiento ni aunque la torturaran a pulso de picana. Si sube una embarazada de octillizos, un cuadrapléjico, un matusalem con varios by pass me la van dar. Y me la dan.

Selfies

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Vuelvo de la Feria del libro. Una cadorcha. La cosa es que espero el 96 semi en Constitución. Estoy en la fila. Bocha de cristianos y otras religiones menos elegantes. Pasa un pibe, uno de esos zombis paqueados venidos de algún lugar con rumbo a ninguno. Vomita en medio de la vereda medio litro de una baba lechosa. Me sorprende que no me manchara. Tengo unos día bastante agresivos pero no le digo nada ¿Qué culpa tiene el pobre diablo?

Flaquita

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Viento, frío, lluvia. Cuando subo al bondi veo un asiento. Me zambullo pero nada está destinado a durar. En la fila había una embarazada. Como mucho, 16 años. Flaca. Flaquísima, con una panza en forma de pelotita. Blanca como la leche y en remera. Ta’ fresco pa’ chomba, en especial, si andás cargando en las tripas a alguien que en unos años te dice que deja el secundario para dedicarse al punk-rock.

Manu♥♥♥

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Bondi. 86. Madrugada. Dos tipos sentados juntos. Uno le dice a otro:

– Salí con Elisa. Noté que ella no quería estar ahí conmigo. Ni siquiera me dio pie a decir nada. Por ahí tendría que haberle dicho lo que quería decirle igual y sacármelo de encima. No soltaba el teléfono. En un momento se da vuelta. Estaba hablando con el novio.

Cantares

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Todxs, quien más, quien menos, reconocemos que hay músicas más o menos alegres y otras más o menos tristes. Es para simplificar, pero nos entendemos. Y en función de eso y de nuestras personalidades o de nuestros momentos particulares en la vida le damos play a ciertas variantes de uno u otro menjunje de climas.

Alfredux

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El día promete. En la parada hay veinte personas en la cola que no me miran bien cuando me adelanto y me siento en la saliente del refugio que deja libre el perro que me conoce. Sí, el perro me conoce y me da el asiento a pesar de mi cara de orto y mala onda.

La inutilidad de la palabra

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Desde hace un tiempo me ronda la sospecha que el ejercicio de la palabra es un acto inútil. Sospecha complicada para alguien que -con sus bemoles- se dedica a la comunicación y sus orillas (sobre todo sus orillas).

Es una sospecha pesimista. Es una duda oscura porque atenta contra la idea de cambio posible, contra la esperanza. Pero es una duda que una vez que muerde no suelta porque la realidad -ese constructo -esta ahí, para demostrar que nada de lo que decimos hace que la dinámica de las cosas sea distinta. Cambia lo que tiene que cambiar a fuerza de martillo, de golpe, de cuerpo pero no de palabras.

Chizitos

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Parada. Estoy sentado en una saliente del refugio que hace las veces de asiento. Cae el 620, que en realidad se llama 382 pero los mayores de treinta le decimos como se llamaba antes. Unas 10 personas se apretujan para subir, otras tantas para bajar. Se abren las puertas, la monada hace lo suyo. Se cierran las puertas de atrás.

Exilio II

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Denise Risnik es científica. Posta, de las de laboratorio. Explicar puntualmente lo que hace y estudia sin ser del palo exigiría al menos un cuatrimestre repasando todo lo que sabemos de química y biología; y solo nos acercaríamos a lo que hace a través de metáforas, como si fueramos todxs un poco tarados. Vamos a decir que estudia un cáncer que solo afecta a los niños, o algo así. Algo super útil, tremendamente humano, algo que evitaría que la gente sufra. Pero Denise se tiene que ir a hacer lo que hace a la universidad de Pittsburgh porque acá lo que hace no tiene salida laboral en el sector privado y al Estado Argentino no le importa porque está enfrascado en dilapidar los recursos humanos que tanto le costó formar. Tan sencillo como eso.

Pobre

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Me di cuenta que era pobre cuando entré a la universidad. Siempre pensé que era un privilegiado porque, a diferencia de gente con la que trataba, comía todos los días. Incluso cuando laburaba por dos mangos en el aeropuerto de Ezeiza lo seguía pensando. Pero cuando arranqué la vida universitaria me cayó la ficha. Cursaba de mañana. Me acostaba a la una de la madrugada cuando llegaba del trabajo. Me levantaba a las cinco y media. Llegaba destruido a clases y lxs chicxs estaban a pleno de noches de joda o perfectamente pulcros. Total, se clavaban luego una siestonga. Ni hablar cuando fui alumno en la universidad de Morón y ni hablar cuando cursé filosofía en la UBA. Ahí me codié con la aristocracia más patricia del país. Gentes que podían dedicar su vida entera a la lectura de los autores más complejos. Y si tenían dudas iban y se pagaban un curso de alemán y si seguían teniéndolas iban y contrataban al último alumno vivo de Kant para que les explicará. Iban a clase con todo leído dos veces. Yo cursé 4 veces la misma materia y me sigo preguntando por qué hay infinitos más largos que otros. Ellxs tomaban café en Sócrates, el bar coqueto de Pedro Goyena y Puán. Yo le compraba café radiactivo a una viejita en el segundo piso de la facultad.

Horoscopismos

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El horóscopo del diario es particularmente imperativo «Diga con franqueza lo que siente o puede que se arrepienta si pierde a quien ama» aunque corona con un «Hay que saber dejar ir lo que no conviene. Despréndase.» Casi que se contrapone, casi que se opone un consejo a otro. Los intérpretes del oráculo puede que digan que una cosa no implica la otra, es cierto, pero la línea divisoria entre opciones es demasiado fina para quien desconfía de la palabra de los dioses, en especial, cuando los dioses tienen la manía de comportarse como unos cretinos de mierda.

Musicalizaciones

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Desde el año ’94 tengo en claro que la única razón por la que no voy preso por asesinato es que siempre tengo música a mano. De otro modo viajar en el conurbano haría de un apocalípsis zombi un cumpleaños en un pelotero. Con un viejo walkman Aiwa y unos auriculares de quinta categoría viajaba colgado del estribo del bondi desde Kathan city a Pontevedra, en invierno. Te cagabas de frío, la parías a lo Indiana Jones y el colectivero hijo de puta te trataba de irresponsable cuando era él el que cerraba la puerta con cinco pibes colgados queriendo llegar al colegio. Menemismo puro.

Zona

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La noción de zona de confort es de una enorme injusticia. La usan quienes exigen un cambio de lxs otrxs pero rara vez la usan contra sí mismxs. Quienes desean un cambio, quienes gustan mudar de piel, de rutinas e identidades, solo cambian, sin teorías.

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La zona de confort, como idea, pretende atacar al hábito, a la rutina, a la costumbre. No justisprecia como es debido la importancia de éstas cosas. El hábito, la rutina y la costumbre son hitos, operan como indicadores de la regularidad que desborda la vida social. Es cierto que en el mundo postindustrial de occidente la rutina es asfixiante, aburrida en su vorágine. Pero incluso el pobre diablo que vive en Centinel del Norte tiene sus propias rutinas y hábitos y costumbres. Si no las tuviésemos moriríamos. Somos animales de costumbres. Lo sabe cualquiera que haya leído el capítulo 21 de El Principito, ese en el que el zorro le explica a ese torpe aristócrata intergaláctico con aspiraciones hippies, que unx es responsable por las rutinas y costumbres que genera, le gusten o no.