Love is in the air – San Valentin 2

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Venus araña la treintena. Nació en zona norte. Su mamá murió cuando ella tenía 8 o 9 años. Su hermano adolescente y una tía la criaron. El padre se borró. Vivió una adolescencia ni más triste ni más alegre que la de otros, aunque supongo que algo de eso le hizo mella. Luego falleció su tía que le dejó unas propiedades y se fue a vivir a capital. Fue productora de radio y televisión. Ahora tiene un master en comunicación corporativa y labura en el Ministerio de Salud.

Pitito

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Viernes. Noche. Consti. Entro a la estación y rumbeo para el baño porque me recontra pillo. Apenas entro veo la imagen. Un coloqueti de musculosa está con pantalones y calzones hasta los pies. En pocas palabras, está en pija. En mitad del pasillo que separa los mingitorios de los inodoros. Tiene cara de que las cosas no le funcionan muy bien de los ojos para adentro. Intenta hacer que el chorro de meada de contra la pared desde una distancia improbable. En un tiro salpica a uno que está al lado. Empieza el griterío.

Noche ardiente

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Son las 8 y media de la noche. La autopista está cortada a la altura del bajo flores. La monada tiene calor, le cortaron la luz y está enojada. El bondi da 300 vueltas por los barrios aledaños tratando de pegar una salida. El chofer, poco dado a los detalles, hace cajeta mal un auto en una esquina. Mal, mal. Tanto los pasajeros como los que están abajo le avisan pero le chupa un huevo. No para. Sigue pisteando. El del auto nos sigue como enajenado tocando bocina durante 50 cuadras. Quiere que el chofer pare para tomarle los datos pero la gente del bondi le insiste que no, que no pare, que el del auto se cague, que quieren llegar a casa y tienen calor. La monada saca el balero por la ventanilla y amenaza de muerte al del auto. Uno, incluso, le muestra al del auto una faca de carnicero tan larga como mi brazo.

Macumba

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En mi barrio, como en cualquier otro barrio pobre, la gente cree en cualquier cosa que le ayude a correr la coneja. No necesariamente el puchero aparece por obra de los dioses pero al parecer, hasta cierto punto, basta con la fe para que la panza no haga ruido. A mí no me funca, pero a la mayoría de la gente pareciera que sí por eso está lleno de cultos evangélicos, pentecostales, mormones, de los santos de los últimos días, tarotistas, parapsicólogos que prometen que si garpás la piba que te gusta deja al pelado con el que sale ahora, te dice que te quiere y se disculpa por no mandarte un mensaje en navidad. Por supuesto, también hay umbandistas. También hay católicos pero desde que se garchan menores ya no son tan populares.

4

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Consti. Esquina. Dos flacas. Una con un bebé en brazos que solo tiene pañales. Otra con un cochecito de bebé con otro adentro que chupa un escarpín o algo así . Una le pregunta a otra
-¿A dónde vamos?
-A comprar porro- Le contesta.
-El transa es en la otra esquina, tarada.
-Ah, bueno, de paso compramos birra y tutuca.

26

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En mi barrio, como en todos los barrios, lo que queda después del 25 son las huellas, los restos tristes de la fiesta. Los tetras en la zanja, las botellas apiladas en los tachos de basura. Bolsas de residuos que los perros sueltos rompen buscando qué comer. Forros usados tirados en la calle por los que garcharon, responsables, bajo el amparo de la noche y los ligustros.

For the kill (o el rifle sanitario de tu corazón)

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En el asiento doble delante del que voy sentado van dos tipos. Son evangelistas. Te das cuenta porque son espamentosos y les gusta la alharaca. Que cristo esto, que cristo aquello, que el espíritu santo te cura las hemorroides; y, por supuesto, la biblia en la mano, como si no hubiese otra puta cosa que leer. Justo ellos que son quienes más lo necesitan.

Comunidades

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En Internet hay comunidades de todo tipo. Impensadas, algunas. Locas. Gente que vive su vida digital alrededor de un tema. Activamente. Desde la militancia y la vocación por intervenir en la discusión sobre un asunto.

Es una de las grandes promesas de word wide web. La posibilidad de interactuar con otros con igual afición o profesión que nosotros y así realizar aportes al conocimiento colectivo. Dio resultado. También dio grandes decepciones. Las comunidades digitales tienden a cerrarse sobre sí mismas, a ser foros de convencidos, espacios de validación impermeables a la crítica. Incluso los trolls -pagos o no- operan alrededor de temas puntuales y son, si se quiere, un tipo de comunidad dentro de la red.

Intersección y después

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El 96 sale de Constitución, por la calle Salta entre Avenida Brasil y O´Brien. Va derecho por Salta hasta la intersección de Estados Unidos, donde tiene su última parada. Luego hace una cuadra y dobla en 9 de julio. En esa esquina, en Estados Unidos y 9 de julio, no hay parada. Hay un bazar de un lado y una estación de Shell del otro. Siempre se ve gente desesperada, corriendo, cruzando en rojo la avenida, levantando la mano, suplicando que el chofer se apiade de ellos y les abra la puerta. La mayoría de las veces no les abren, los dejan de garpe porque la raza colectivera es miserable y solo dada al respeto de las normas cuando les conviene. Otras veces, las menos, se compadecen y abren la puerta y entonces, los que suben agradecen, conmovidos, por el gesto inesperado.

Las teodiceas de tu corazón – editorial 92

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Vivimos y morimos en sociedades que han banalizado los mitos. Por un lado, los hemos convertido en cuentos de hadas, en narrativas pasadas de moda ante el imperio de un tipo de pensamiento −el racional− que se mira al ombligo cada vez que quiere describir la realidad. Por otro, los hemos asimilado a una masa uniforme de creencias sin ton ni son que pueblan nuestro descontento con occidente y que le buscan un sentido a la vida apelando a cualquier cosa que no huela a modernidad. Otro es aquel que aplica el título de mito a gentes, eventos o cosas que están más allá de nuestra cotidianidad. «El mito viviente», «un momento mítico», etc. Todas ellas formas de degradar lo arcano y numinoso que late en nuestras conductas más mundanas.

“Toda la construcción política moderna necesita un sentido consustancial con el mito”. – Diálogo con el Dr. César Ceriani Cernadas – Andén 92

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Si se sospecha que el mito aún cumple una función en nuestras sociedades, nada mejor que acercarse a quienes hacen de él un objeto de estudio. Por eso, para nuestro número de mitos acudimos a César Ceriani Cernadas, doctor en Antropología, investigador del Conicet, miembro de la cátedra de Antropología Sistemática III de la Universidad de Buenos Aires y especialista en religiones populares y antropología simbólica, quien nos aclara un panorama que, como suele ocurrir, se encuentra empañado por la razón occidental.

Cucurucho

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Estoy sentado en la fila del fondo. A la derecha tengo a una señora que huele a coco y vainilla, como si en lugar de carne y vísceras los dioses la hubiesen fabricado con el cucurucho de los helados. Más allá, un flaco se saca los mocos compulsivamente con la mano. Debe ser buen pibe, va leyendo unas fotocopias de la facultad de sociales con el Anti dühring de Engels.

Olorines

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Rodolfo Kush, un antropologo del carajo, tiene un texto ultra potente sobre el hedor en El Alto, en Bolivia. Cuenta que nuestra sensibilidad blancuzca se escandaliza por la otredad hedienta de los que laburan a destajo para poder vivir y morir bajo la opresión. Tiene razón. Tan acostumbrados a los desodorantes de cuarta y al olor al Plusbelle de manzana la occidentalidad epidérmica olvida que el cuerpo humano despide olores agrios.